Indagar sobre el proceso de construcción de los aprendizajes es tarea fundamental de todo docente. Si revisamos el camino que recorre nuestra mente para aprender cualquier contenido, comprobaremos que las neurociencias tienen muchas respuestas.
El enfoque CLIL (Content and language integrated learning) se ha revelado como mucho más que un medio para integrar lenguajes y contenidos académicos. Al brindarle la misma importancia a ambos el contenido y el aprendizaje lingüístico, ha cambiado automáticamente la dinámica de las clases: en vez de entregar toda la información a aprendices pasivos, el maestro guía a los alumnos hacia un nivel más profundo de comprensión y compromiso a través de procesos interactivos de construcción de conocimientos. Estos procesos activos de aprendizaje son coherentes con el modo en el que nuestro cerebro aprende.
Cuando enseñamos a través de unidades con fundamentos CLIL, abogamos por el aprendizaje por “construcción” más que por “instrucción”. Esta diferencia es fundamental ya que implica una educación más centrada en el alumno. Se trata de aprender contenidos, no en otra lengua, sino a través de la lengua extranjera (Marsh, 2005). Se espera que los maestros diseñen actividades en las que el idioma se utilice de manera significativa, con un propósito auténtico de indagación desafiante para el aprendizaje intrínseco y duradero. A medida que el alumno explora, indaga, se cuestiona y resuelve, CLIL va más allá de aprender simultáneamente lenguajes y contenidos. En definitiva, cuando se aplica el enfoque adecuadamente, podemos afirmar que las clases están verdaderamente en línea con lo que expresa hoy la “neurociencia del aprendizaje”.